lunes, 27 de octubre de 2008

La tormenta perfecta en la economía argentina


Por Roberto Cachanosky
Especial para lanacion.com

¿Cuál es el problema más grave que hoy tiene la economía argentina? ¿El debilitamiento de las cuentas públicas? ¿La distorsión de precios relativos? ¿La falta de recursos para hacer frente a los vencimientos de la deuda pública? ¿La inflación? La respuesta es no. Estos, por cierto, son problemas graves que hay que solucionar, pero el problema más grave es la desconfianza y el temor que ha generado el matrimonio presidencial con sus medidas propias de las monarquías absolutistas. Como economista estoy plenamente convencido que no hay economista que pueda salir airoso de la tormenta perfecta en que nos han metido si detrás de las medidas económicas no hay un gobierno que genere confianza de que las reglas de juego van a ser previsibles y que la propiedad privada va a ser respetada. Los economistas no podemos resolver los problemas de desconfianza que se generan desde la política. No hay política económica que pueda funcionar sin respeto a las instituciones.

¿Cuál es el mensaje que hoy recibe la gente desde el gobierno? Que éste está dispuesto a apropiarse de los ingresos de la población y de sus ahorros sin ningún tipo de límites y, además, suele dar información y formular anuncios que, por decirlo suavemente, no se ajustan a la verdad.

Por ejemplo, ¿cuál es política de desendeudamiento que tanto se jacta el kirchnerismo si hoy tenemos un stock de deuda pública mayor al que teníamos en el 2001 cuando se declaró el default, después de haberle pagado al FMI, hacer una gigantesca quita de la deuda en el 2005, dibujando el IPC para que no se dispare la deuda ajustable por el CER y sin incluir a los holdouts? Ni que hablar de los famosos créditos hipotecarios para inquilinos anunciados en su momento, los U$S 25.000 millones de inversiones chinas y de los créditos baratos para el consumo y la inversión que también fueron anunciados unos pocos días antes de las elecciones del 2007.

Por el lado de las medidas sabemos que ha prohibido exportaciones de carne, lácteos y trigo. Que intentó aplicar un impuesto confiscatorio y en forma inconstitucional sobre las exportaciones agrícolas y que, ahora, intenta confiscarle los ahorros a 4 millones de argentinos que estaban acumulando para cuando llegue el momento de su retiro.

Por lo tanto, lo primero que debemos tener en cuenta para imaginar el futuro inmediato de la economía argentina es que el gobierno es una máquina de generar desconfianza y que cuando las cosas no le salen como quieren, actúan cegados por la venganza y son capaces de adoptar cualquier medida. La más inimaginable está en el listado del gobierno.

Este el contexto "institucional" en el que se mueve el gobierno. ¿Y en el económico? En el económico la actividad está entrando en caída libre (con disculpas a los datos que informa el INDEC). Solo a fuerza de presiones han evitado, transitoriamente, despidos importantes. Los precios de los commodities ya no le sonríen como le sonrieron en los últimos 5 años afectando los ingresos fiscales, y encima el tipo de cambio "competitivo" se lo comió la inflación que generó el BCRA para mantener, por 5 años, el tipo de cambio en 3 pesos. Al mismo tiempo, Brasil devaluó su moneda mientras el dólar se recupera frente al euro. Esto en castellano básico esto quiere decir que será menos atractivo exportar. Si en el mercado interno se cae el consumo por disminución del salario real, la desocupación y el atesoramiento de la gente frente a la incertidumbre, no hay competitividad para exportar y con sus medidas espantan a los inversores, la pregunta es: ¿cuál va a ser el motor que moverá la economía? Lo que les queda es apropiarse de los ahorros de la gente para aumentar el gasto público y tratar de amortiguar los efectos de la recesión que se viene. El discurso de que el gobierno pretende defender a los trabajadores y jubilados con la confiscación de los ahorros es un telón que intenta esconder el verdadero objetivo de la expropiación. Hace falta plata para intentar que la crítica situación económica no se traduzca en una crisis social, sobre todo en el electoral 2009 y por eso se oponen a que se limite el uso de los fondos que se quieren confiscar.

Sabiendo que el gobierno es poco adicto a hablar con la verdad y que ha dado acabadas muestras de despreciar la propiedad privada, no debería sorprender el temor de tanta gente que en los últimos días preguntaba por la posibilidad de un corralito mientras compraba dólares para meterlos en una caja de seguridad. La suba de las tasas de interés para los plazos fijos refleja el miedo de la gente. Y la pregunta que muchos se hacen es: ¿qué tasa de interés me compensa del riesgo de tener activos líquidos al alcance de la mano de un gobierno desesperado por tener más recursos?

Encima, la Argentina nuevamente es cara en dólares. Los precios internos subieron en pesos más que el tipo de cambio. La gente lo advierte. Además, sectores empresariales han salido a pedir enfáticamente que se suba el tipo de cambio. Como el argentino piensa sus ahorros en dólares y no en pesos, la cuenta que hacen es, ¿me compensa la tasa de interés el previsible aumento del tipo de cambio? Y si me compensa, ¿me cubre de la voracidad estatal?

Se argumenta que el BCRA tiene suficientes reservas para hacer frente a una corrida y controlar la situación. ¿Es cierto? Cuando las autoridades del BCRA se jactan de disponer de reservas récord, parecen olvidarse que hubo un monje llamado Luca Paccioli que inventó la partida doble hace unos 600 años, que nos dice que hay un activo y un pasivo. El BCRA nos cuenta lo que tiene en el activo, pero no lo que tiene en el pasivo. Por ejemplo, los famosos U$S 46.000 millones de reservas tienen como contrapartida el equivalente a unos U$S 20.000 millones en Lebacs, Nobacs y pases pasivos, por lo tanto, a las reservas hay que descontarle esa deuda y se verá que la posición del Central no es tan sólida como se argumenta, porque, en el mejor de los casos, tendría U$S 26.000 millones para respaldar $ 100.000 de base monetaria (que también es un pasivo del BCRA). Salvo, claro está, que piense defaultear esa deuda. Y, agreguemos, que tampoco estamos seguros que queden U$S 26.000 millones de reservas limpias porque desconocemos cuánto vendió a futuro el Central y si hay otros pasivos tomados con entidades financieras del exterior.

Para no dar más vueltas sobre el tema que le preocupa a la población. ¿Por qué la gente le tiene miedo a otro corralito? La respuesta es que fue justamente el matrimonio gobernante el que, con sus avances sobre la propiedad privada, han generado pánico en la gente. La población le tiene miedo a lo que pueden llegar a hacer el gobierno. En la Argentina no hay ninguna conspiración, lo que hay es falta de instituciones y comportamientos autocráticos. Es eso lo que genera el pánico. Y por más que juren y firmen con su propia sangre que no tocaran los ahorros, ya nadie les cree. Es como el cuento del chico que mentía todo el tiempo gritando lobo, lobo. El día que apareció nadie le creyó.

Es cierto que hoy, a diferencia del 2001, la mayoría de los depósitos están en pesos y hay pocos dólares en los bancos. En el 2001 el BCRA no podía emitir dólares para prestarle a los bancos frente a la corrida. Ahora puede emitir pesos en forma de redescuentos si la gente sigue siendo atemorizada por las medidas que toma el gobierno, pero eso sería a costa de una llamarada inflacionaria y cambiaria.

Caída en el nivel de actividad. Inflación. Comportamientos agresivos contra la inversión. Distorsión de precios relativos. Cerradas las posibilidades de acceder al mercado voluntario de deuda. Nivel de gasto público récord. Un contexto internacional que nos trae viento de frente y encima los Kirchner quieren apropiarse de los ahorros de la gente generando pánico, cuando en el mundo están viendo como restituyen el crédito que es hijo del ahorro. Ese con el que se mete el gobierno.

Lamentablemente nos han metido en la tormenta perfecta.

Calculan que se perderán US$ 960 millones en el trigo


Según CRA, caerá la producción del cereal y los productores de soja trabajarán a pérdida

Pierden todos. Nadie gana. Por la caída en la producción de trigo, calculada por fuentes privadas en 4 millones de toneladas, como mínimo, por debajo del registro de 2007, cuando se alcanzó a 16 millones de toneladas, a la Argentina le van a ingresar en esta campaña, a valores actuales, casi US$ 1000 millones menos.

Así lo expresa un informe elaborado por Néstor Roulet, vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA).

Esa cifra, calculada exactamente en US$ 960 millones, engloba tanto lo que el Estado recaudará de menos por las retenciones a la exportación como lo que resignarán otros eslabones comerciales, como los proveedores de agroquímicos, semillas y fertilizantes, los prestadores de siembra y cosecha, los transportistas y hasta los productores, que también verán mermados sus ingresos.

?Con una menor producción, todos pierden; no es como dijo la Presidenta, que algunos quieren ganar mucho a expensas de otros que ganan poco. Pierde el país, al que le van a ingresar US$ 960 millones menos por la menor producción, ya que lo que se deja de producir (por los 4 millones de toneladas) es 100% saldo exportable. Y pierde el Estado al entrarle menos ingresos: sólo de retenciones [del 28%] son 268,2 millones de dólares?, afirmó Roulet.

Un cóctel conformado por la sequía, mayores costos y la incertidumbre por la política oficial llevaron a que este año se sembraran 1,16 millones de hectáreas menos que en 2007, lo que, con 4,48 millones de hectáreas, constituye una de las superficies más bajas de las últimas tres décadas. La menor producción también es uno de los peores registros.

?Si bien parte de esta merma de la producción se la podemos asignar a la sequía, debemos destacar también la menor superficie de siembra por el desaliento que producen las intervenciones del Gobierno en los mercados y por la aplicación de una menor tecnología, a causa de que en la medida en que se elevan los costos y no hay una reacción positiva en los ingresos, el productor deja de fertilizar o pone menor cantidad de fertilizantes?, indicó Roulet.

El trabajo profundiza, además del número global del menor ingreso y lo que dejará de percibir el Estado, cómo se distribuirá toda la pérdida, considerando otros actores.

En este sentido, el rubro de los agroquímicos, semillas y fertilizantes, integrado por importantes proveedores de estos insumos, tendrá US$ 311,04 millones menos de ganancia por la caída de la producción. Por otra parte, quienes se dedican al acondicionamiento y a la comercialización tendrán una merma de US$ 34,56 millones, a lo que hay que agregar otros US$ 69,12 millones del rubro administración, seguros e infraestructura. Por el rubro labores de siembra se contabiliza una pérdida de US$ 103,68 millones. En tanto, el productor deja de ganar, por la caída de la producción, 41,47 millones de dólares.

Todos pierden

En este contexto, el rubro cosecha, en el que hay contratistas que prestan el servicio de recolección del cultivo, va a dejar de facturar en esta campaña 63 millones de dólares, por haber caído la superficie de siembra y, por ende, la por recolectar.

Por si fuera poco, los transportistas también van a ganar menos, y en este caso se debe a que por la baja de la producción van a realizar una inferior cantidad de viajes. Los camioneros van a dejar de hacer 133.000 viajes (en cada uno de los cuales llevan 30 toneladas) y tendrán una merma de ingresos de 69 millones de dólares.

Considerando que entre el año pasado y el actual la tonelada de trigo cayó más de 100 dólares, los números sobre la pérdida en el cultivo podrían ser todavía más pesimistas.

A todo esto, CRA presentó un trabajo que indica que con el actual régimen de retenciones el productor sojero promedio trabaja a pérdida. ?Dados los precios actuales de la oleaginosa, la estructura de costos vigente y un rinde promedio de 26,7 quintales por hectárea, que es el rendimiento promedio del país de los últimos cinco años de acuerdo con la Secretaría de Agricultura, el productor no logra cubrir, con los ingresos de la cosecha, los gastos de producción?, dice el informe, elaborado por el secretario de la entidad, Javier Jayo Ordoqui, que tomó como parámetro de medida el modelo de siembra directa de la Asociación de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) y un valor promedio de arrendamiento de 12 quintales de soja.

Según el estudio, ?con retenciones iguales o mayores al 30%, el margen resulta negativo; asimismo tampoco sería tolerable una alícuota de retenciones superior al 25%, ya que con esa tasa es altamente probable que el productor tenga quebrantos?. A modo de ejemplo, hoy pagando un arrendamiento de 16 quintales se pierden 113 dólares por hectárea.

Para Jayo Ordoqui, ?los números son elocuentes y demuestran cómo, con este nivel de precios, las retenciones hacen inviable el negocio agrícola y se tornan claramente confiscatorias, puesto que mientras los productores pierden plata, el Estado sigue cobrando sumas siderales?.