lunes, 25 de febrero de 2008

En este país, Goliat le gana a David

Por José Luis Espert.
Para LA NACION.

El año 2002 será recordado como uno de los peores de la historia argentina. Preludiado por las muertes de manifestantes en Plaza de Mayo durante los violentos hechos de fines de diciembre de 2001, presentó un triste escenario: varios presidentes ocuparon el sillón de Rivadavia en el primer trimestre; el dólar llegó a los cuatro pesos en julio; la estafa a los depositantes era récord; la caída de la actividad llegaba a magnitudes homéricas; el entonces presidente Duhalde amagaba con renunciar luego del asesinato de dos piqueteros en el puente Pueyrredón, y la pobreza, la indigencia y la inequidad distributiva llegaban a niveles nunca vistos.

Más tarde, y a pesar de que Néstor Kirchner repetía que todavía seguíamos en un recóndito subsuelo del infierno, 2004 fue uno de los mejores años de la zaga estrenada en 2002 y que se ha dado en llamar "modelo productivo": récord de superávit fiscal; inflación por debajo de un dígito; significativas mejoras de los salarios reales; baja de la inequidad distributiva medida por el coeficiente de Gini; estancamiento de la suba de la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre; recomposición de los depósitos bancarios, etcétera.

Entonces, comparar la performance económica de hoy con la de 2002 no parece nada desafiante. Todo lo contrario de 2004.

En 2007, el ahorro del país llegó al 24,8% del PBI, por lo que superó en el 3,5% el de 2004. La inversión privada más pública fue del 23,5% del PBI, superior en el 4,7% del PBI a la de 2004. Todo bien, pero el ahorro externo de los argentinos, que había llegado al 11,4% del PBI en 2002 por la fuga de capitales, se desplomó el año pasado hasta el 1,3% del PBI luego de haber llegado al 2,5% del PBI en 2004.

Este no es un tema menor, dado que el complicado escenario internacional por una posible recesión en los EE.UU.; la aprensión de los prestamistas del mundo a asumir riesgos de hundir dinero luego del colapso del mercado subprime norteamericano; nuestro regodeo con el tercermundismo retrógrado de Chávez; la disparatada pretensión de que el Club de París refinancie nuestra deuda sin acuerdo con el FMI y otras yerbas nos ponen lejos de tener entradas netas de capitales del exterior para financiar nuestra inversión. El tan deseado por muchos "vivir con lo nuestro" se hizo carne.

Constituye una buena noticia que la inversión crezca, pero en estas condiciones de aislamiento respecto del mundo civilizado y con una baja tasa de ahorro (relativa), en el corto plazo seguiremos teniendo que pagar el costo de una inflación verdadera del 25% anual.

La suba del ahorro nacional, respecto de 2004, se produjo a pesar del gran deterioro fiscal que llegó a déficit del 0,4% del PBI el año pasado (las conferencias de prensa de Martín Lousteau para anunciar las cifras del resultado fiscal nos hacen acordar a los precios del Indec de Guillermo Moreno) porque el sector privado ahorró 21,8% del PBI, sólo un punto menos que en 2002, cuando la gente trataba de vivir en inanición con tal de ahorrar y fugar capitales, pero a diferencia de hace seis años, ahora invierte tanto como en los mejores años de la convertibilidad.

Las tasas de interés reales negativas y el shock favorable de términos del intercambio que alcanza ya al 6% del PBI desde 2002 son la clave para entenderlo y, al mismo tiempo, el símil de la entrada de capitales en los 90 (aunque menos peligrosa, dada nuestra predisposición a defaultear todo lo que sea posible cuando la situación es crítica).

El derrumbe fiscal del 3,9% del PBI, a pesar de una recaudación récord histórica soportada por privados en blanco que pagan el equivalente a 45% del PBI de impuestos (igual que en el mundo desarrollado), desplazó gasto privado por una magnitud similar: el 3,4% del PBI. Pero si la inversión privada estuvo creciendo, quiere decir que el consumo privado cayó mucho más que 3,4 por ciento. Exactamente, el 6,4% del PBI en los últimos 3 años, algo más que la caída del 6,2% del PBI que tuvo desde 2002.

O sea, el aumento del gasto público de los últimos tres o cinco años fue todo contra una caída del consumo privado en el mismo período, a pesar de las mejoras en los salarios reales, los controles de precios y la política redistributiva del gobierno de Néstor Kirchner.

La caída del superávit fiscal (3,9% del PBI), a tal punto que en 2007 ya tuvimos déficit, se produjo a pesar que la recaudación de impuestos creció el 2,4% del PBI respecto de 2004, el mejor año fiscal desde la devaluación. Así, el gasto público creció el 6,3% del PBI (3,9 más 2,4) en los últimos tres años y esa magnitud es casi el 100% de lo que creció en los primeros cinco años de modelo productivo. Delirio de irresponsabilidad fiscal. Pero la soja, el trigo, el petróleo, el maíz y la contrarreforma provisional le dan al fisco una nueva oportunidad en 2008 de "disciplinarse".

Es más: la inversión privada creció a un promedio de casi el 2% del PBI en los primeros cuatro años de modelo productivo y desde 2004 lo hizo al 1% del PBI. Justo en el período en que el fisco perdió su superávit fiscal.

Entonces, la creciente participación del Estado (Goliat) en la economía, aun después de haber recuperado un peso histórico importante entre 2003 y 2004, fue a costa de la pérdida de vigor en el sector privado (David) que ha visto caer su consumo (como porcentaje del PBI) y desacelerar la tasa de crecimiento de su inversión.

Visión equivocada

Entonces, no se entiende por qué el Gobierno ha "decretado" que estamos en una senda de crecimiento sostenido cuando el sector privado es exprimido por los impuestos, sufre el destrozo del sistema de precios y tiene que competir con el Estado en un mercado de crédito bancario en el que un simple llamado de la Rosada a un banquero para que compre bonos del Gobierno pesa más que el mejor proyecto de inversión privada o una intachable trayectoria como pagador de préstamos para consumo.

Claro, después hay que ver al ministro de Economía perder el tiempo en analizar las "cadenas de valor" con distintos sectores privados para ver quién merece la plata pública barata bajo la forma de préstamos de bancos oficiales previamente acicateados por agencias de inversión, también estatales. ¿Por qué no deja el Gobierno de presionar con impuestos al sector privado y congela el gasto público nominal (ya es récord histórico como porcentaje del PBI) para tener superávit fiscal en serio y poder bajar impuestos en épocas de vacas flacas?

¿Por qué en vez de romper el sistema de precios con controles, aprietes, cierre de registros de exportación, intervenciones al mercado de Liniers o el de frutas para después terminar dibujando la inflación del Indec no se sincera que los precios suben al 25% anual y se hace algo coherente para bajarla? Dicho sea de paso, no será justamente el nuevo índice que está "cocinando" el intervenido Indec el que hará ello.

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